25 octubre, 2006

Libertad de expresión

Cuando hablamos sobre la libertad de expresión, surge inmediatamente un debate: el límite que se debe o no poner a dicha libertad.

La cuestión es que la libertad suele ser considerada como la capacidad de hacer lo que uno quiera, o más bien, el derecho de cada persona a actuar como le venga en gana.

Es en ese momento cuando un observador externo puede darse cuenta fácilmente de cuan a menudo las libertades de un individuo entran en conflicto con las de otro y viceversa. La posibilidad de que alguien cuente cosas sobre mí, limita mis actuaciones, del mismo modo que a veces, siento obligación de reprimir ciertas opiniones para ceñirme a lo “políticamente correcto”.

Esto, que a primera vista es tan sencillo de explicar y comprender, se convierte en una verdadera contradicción. ¿Limitar la libertad es sinónimo de suprimirla? Una libertad con condiciones puede asemejarse a un sistema de control basado en esas normas, por mas fundamentales y evidentes que estas sean. Como señala Orwell en el prólogo de su libro “Rebelión en la Granja”, es muy fácil que todos nos posicionemos categóricamente a favor de la libertad de expresión, que pregonemos la capacidad de todo comunicador para contar lo que ve, piensa o siente. Pero cuando llegamos a ciertos campos del pensamiento, como el fascismo, la misoginia, la homofobia… vemos claramente que no todo es válido.

No es tan sencillo aceptar que alguien tenga la intención de promover ideas racistas, machistas o pedófilas pero ellos, desde su posición, se apresurarán a alegar que tienen derecho a ello puesto que les ampara la libertad de expresión.

El problema mayor de todo esto es a la conclusión que nos lleva: la libertad de expresión es un derecho que debería disfrutar todo el mundo, pero que hay que limitar para evitar que, mediante su uso, sean pisoteados otros derechos fundamentales como el de igualdad. Visto esto, ¿quién se encargará de establecer estos límites? Puede resultar difícil distinguir una declaración de otra en cuanto a su grado de racismo, por ejemplo. ¿Hasta que punto es admisible la defensa de una idea sobre otra?

En un tema tan manido, no espero encontrar una solución factible, pero mi opinión personal es dejar la imposición de estos límites en manos del público. Un texto con mensaje descalificante hacia un grupo, o una película que defienda teorías nazis, deberían ser simplemente rechazadas por lo que llamamos “sentido común”.

Partiendo de la premisa de que la sociedad está educada en unos valores igualitarios y respetuosos con los derechos del resto de la comunidad, toda declaración que agredía esos derechos acabaría cayendo por su propio peso.

Con esto no se evita que ciertos individuos se puedan agrupar y defender esas ideas, pero se limita el alcance de su difusión, y acaban siendo simples “corrillos” que solo se convencen a sí mismos.

En conclusión, la libertad de expresión es algo bueno y necesario, y creo que debemos ser los receptores (y no los intermediarios) los que decidamos el tipo de mensaje que queremos recibir, y los que califiquemos a partir de ahí a sus emisores.

Viaje a Suecia (Parte I: De Bilbao a Estocolmo)

No solo de fútbol vive el árbitro, y entre partido y partido hay toda una larga semana en la que nos dedicamos a cosas que normalmente están muy alejadas del deporte del balón.

En nuestra vida cotidiana debemos soportar de vez en cuando el cruzarnos con alguien que nos reconozca y no esté de acuerdo con algo de nuestro trabajo… La verdad es que me molesta cuando alguien a quien no conozco de nada me para por la calle y se pone a discutir conmigo acerca de una jugada que ni siquiera recuerdo.

Afortunadamente, estos encuentros normalmente se limitan a un “arbi, anda que nos la liaste buena, la próxima vez ya verás”.

Eso y los entrenamientos son el único contacto con nuestro trabajo de fin de semana que tenemos el resto del tiempo, así que hay mucha vida detrás de un árbitro.

Y de vez en cuando, viene bien hacer una escapadita. Siguiendo la sana costumbre que instauramos el año pasado de pegarnos un viajecito por estas fechas, se organizó (así como buenamente se pudo), se pidió el finde libre, se tomó la libertad de faltar a unas cuantas clases… y nos encaminamos a Suecia.

El año pasado tuvimos la suerte de disfrutar de un Londres soleado en noviembre, pero a pesar de todo, del grupo de 6 de aquellos tiempos, solo tres repetíamos. Beltrán, Vanessa y yo, con el añadido pamplonés de Jokin, planteamos un rústico (y todo lo barato que pudimos) viaje a Estocolmo.

El vuelo barato salía desde Girona. Mi fiel coche Sombragris debía de acercarnos hasta allí. De modo que armándome de paciencia, y poquito a poco, nos encaminamos la tarde del día 18 hacia tierras catalanas.

El primer fallo fue el pensar que el vuelo salía a las 7 de la mañana. Teníamos que llegar con adelanto para facturar y esas cosas… pero el adelanto se convirtió en excesivo cuando vimos que nuestro vuelo partía de Girona a las 10:40. La horita de espera se convirtió en unas cuatro y pico, que pasamos como pudimos dormitando tirados en el suelo y encima de las maletas. Un cuadro, vamos.

Algo más descansados (y doloridos por las malas posturas) nos pusimos a la cola mientras teníamos el primer contacto no deseado con la población sueca: un tipo, muy alto y rubio él, le tocaba el culo a Jokin en el cuarto de baño, y se mostraba decepcionado cuando nuestro amigo le dejaba claro que no tenía ningún interés.

Minutos después, en la cola, una tipa me confundía con un sueco y me soltaba una parrafada que no entendía y Beltrán era el objetivo elegido por un hombre para lanzar sus gestos lascivos.

Con este primer contacto, nos subiamos al avión con Beltrán sumido en oraciones a todos los dioses que conocía para no compartir asiento con el mencionado indiviuo y con la tipica peleilla apresurada para coger un buen asiento de ventanilla.

Detrás nuestro un simpatico madrileño llamado Fernando, que más tarde en el autobús me haría un resumen de “lo que hay que saber de Suecia”. No creo que lea esto, pero se lo vuelvo a agradecer.

Viaje concluido y viendo como unos escandalosos zaragozanos ponían de manifiesto una vez más el por qué de la imagen que los europeos tienen de nosotros, la aventura sueca empezaba.

24 octubre, 2006

¿Qué es un árbitro?

Navegando por la red, en busca de un tema para mi blog, he visitado páginas y páginas sobre temas más que analizados y extremadamente utilizados.
La primera bitácora sobre cine que se me ocurrió... ¿para qué? Ya hay centenares de páginas donde cada uno dice lo que piensa de tal o cual estreno. Y además, sale muy caro ir al cine para tener material a analizar y, qué demonios, nadie hace ni caso. Por mucho que nos digan que Alatriste es un bodrio, necesitamos ir a verlo con nuestros propios ojos.

Lo segundo que vino a mi mente fueron temas de carácter más minoritario. Un blog sobre videojuegos, manga, comics y anime; por ejemplo. Pero dado el carácter académico que tiene que tener esto para ser presentado como un trabajo de la uni... quizás era mostrarse demasiado friki (aunque esta claro que algo de eso caerá).

Luego me metí en temas deportivos y tras rebuscar algun deporte en el que entre el Athletic y el Alonsito no me pongan de mala leche... decidí dedicar unas pocas lineas semanales a los pobres y tristes incomprendidos del deporte: esos que, como yo, se dedican al arbitraje.

"¿Qué es un árbitro?" pregunto yo en el título, y las respuestas pueden ser también muy abundantes.
La RAE denomina asi a la "persona que en algunas competiciones deportivas cuida de la aplicación del reglamento", aunque viendo algunos partidos, también su otra acepción ("persona que arbitra en un conflicto entre partes") seria perfectamente válida.
Wikipedia va más allá y concreta que es, en un partido de fútbol, "el único con poder para sancionar o expulsar a un jugador o miembro del cuerpo técnico".
Aficionados varios y de un color u otro, tambien darían distintas definiciones: cuervo, cucaracha, ladrón, desgraciado... llegando hasta extremos en los que el lenguaje malsonante y las referencias a las madres me llevan a no reproducir.

Si me preguntasen a mí, diría que un árbitro es un pobre hombre que intenta poner orden en algo tan caótico como es un partido de futbol y al que hay que presuponerle buena intención.
Luego viene algún otro como el amigo Pérez Lima, y pisotea todo esto que suena tan bonito.

Desde luego el objetivo del blog no es que nadie se sienta identificado con nosotros, o de repente vea la luz y se dé cuenta de lo difícil que resulta todo esto. Simplemente leedlo si os interesa, ved lo que pasa en los partidos desde nuestra posición, ved además otros aspectos de la vida de un árbitro.
Asi quizás se entienda un poco más qué es lo que realmente somos, por qué nos dedicamos a lo que nos dedicamos y se llegue a crear un cierto respeto hacia el colectivo arbitral.

¿Expectativas? Ninguna. Los que la lían en los estadios suelen ser los más borregos y con ellos no hay nada que razonar. Pero al menos, a los que si sabeis mantener una conversación civilizada, puede que os resulte curioso ver lo que piensa "el otro".