14 enero, 2007

Los piratas maritimos...


La voz pirata viene del griego πειρατησ, que a su vez viene del verbo πειραω, que significa "esforzarse", "tratar de", "intentar la fortuna en las aventuras".

La piratería es la práctica, tan antigua como la navegación misma, en que una embarcación ataca a otra con el propósito de robar su carga, y muchas veces la nave misma. Sin embargo, los piratas no se limitaban a atacar otros barcos sino que muy a menudo asaltaban ciudades costeras.

Junto con la actividad de los piratas propiamente dichos, cabe mencionar los corsarios, que eran capitanes de embarcaciones privadas que recibían una licencia de su monarca, conocida como patente de corso, para atacar naves de un país enemigo. La distinción entre pirata y corsario es necesariamente parcial, pues corsarios como Francis Drake eran considerados vulgares piratas por las autoridades españolas, ya que no existía una guerra declarada con Inglaterra.

Los términos filibustero y bucanero más específicos y están relacionados con la piratería en el Mar Caribe.


Las zonas de mayor actividad de los piratas coincidían con las de mayor tráfico de mercancías. La primeras referencias históricas sobre la piratería datan del siglo V adC, en la llamada Costa de los piratas, en el Golfo Pérsico. Su actividad se mantuvo durante toda la Antigüedad. Otras zonas afectadas fueron el Mar Mediterráneo y el Mar de China.

Grecia y Egipto

Aunque los datos no son muy abundantes por los mitos sabemos que los griegos clásicos fueron buenos piratas. Uno de los más famosos es sin duda Jasón quien guió a los Argonautas hasta La Cólquida en busca del Vellocino de oro lo que es, sin ningún género de dudas, un acto de piratería (gentes que vienen por mar para robar).

También Ulises u Odiseo según las versiones realizó varios actos de piratería en su regreso a Ítaca como narra Homero en La Odisea.

Con estos dos ejemplos podemos ver una constante que se repetirá a lo largo de los siglos. Los piratas son, en muchas ocasiones, considerados héroes nacionales en sus países; pese a practicar lo que en tierra se llamaría robo y secuestro.

Uno de los piratas griegos más famosos de los que sí se tienen referencias fue Plutarco de Samos que en el siglo VI A.C. saqueó toda Asia Menor en diferentes expediciones y llegó a reunir más de 100 barcos[2].

También los egipcios consideraban piratas a los Pueblos del Mar porque la principal expedición contra ellos llegó por esta vía. Sin embargo muchos otros autores no comparten esta clasificación porque los Pueblos del Mar sólo fueron marineros en el último momento de su historia .

Roma

En el Mediterráneo, en la época final de la república, los piratas llegaron a convertirse en un peligro, desde sus bases primero al sur de Asia Menor en las montañosas costas de Cilicia y más tarde por todo el Mediterráneo, puesto que impedían el comercio e interrumpían las líneas de suministro de Roma.

A diferencia de siglos posteriores, los piratas de la Antigüedad no buscaban tanto joyas y metales preciosos como personas. Las sociedades de aquella época solían ser en su mayoría esclavistas y la captura de personas para ser vendidas como esclavos resultaba una práctica altamente lucrativa. Las piedras preciosas y otros tipos de mercancías también podían ser importantes, pero ocupaban un segundo lugar .

Uno de los casos más conocidos de piratería contra las líneas de navegación lo protagonizó Julio César, que llegó a ser prisionero de los piratas cilicios (75 adC). Plutarco en Vidas paralelas cuenta que el jefe cilicio estimaba el rescate en 20 talentos de oro a lo que el joven Cesar le espetó ¿Veinte? Si conocieras tu negocio sabrías que valgo por lo menos 50. El cautiverio duró 38 días, en los cuales el rehén amenazó a sus captores con crucificarlos. Finalmente el rescate se pagó y el futuro cónsul de Roma fue liberado; pero no estaba afectado por lo que hoy llamaríamos el Síndrome de Estocolmo; pues cuando recobró la libertad organizó una expedición, pagada con su propio dinero, durante la que apresó a sus captores y los crucificó a todos.

Hacia 67 adC, Roma nombró a Pompeyo procónsul de los mares, lo que significaba que se le otorgó el mando supremo del Mare Nostrum (el mar Mediterráneo) y de sus costas hasta 75 km mar adentro, se le concedieron todos los ejércitos que se encontrasen a las costas del Mediterráneo, contando así con unos 150.000 efectivos, así como el derecho de tomar del tesoro la cantidad que necesitase. Finalmente, también se le proveyó con una flota bien pertrechada. En diversas operaciones eliminó en cuarenta días a todos los piratas de Sicilia e Italia y, tras el asedio y toma de Coracesion, a los piratas de Cilicia, acabando así, en cuarenta y nueve días, con los piratas de la zona oriental del Mediterráneo.

Sin embargo, fue un romano el que cerró ese periodo de paz naval y se convirtió en uno de los grandes piratas de este pueblo (en lucha contra sus propios ciudadanos). Sexto Pompeyo se levantó contra Roma décadas después y comenzó a realizar acciones que le permitieron reunir riquezas suficiente con las que armar una flota propia. Con esta escuadra logró tomar las islas de Sicilia y Cerdeña hasta que Octavio Augusto lanzó contra él una flota que le derrotó y le obligó a navegar hasta el Mediterráneo Oriental para pedir refugio a Marco Antonio. Este, aún no enemistado con Octavio, lo ejecutó y le mandó la cabeza al segundo triunvirato de Roma.

Siguiendo la división historiográfica clásica podemos dividir a la Edad Media en Alta y Baja. En la primera, los piratas protagonistas fueron los vikingos; en la segunda, el centro de atención se desplaza más hacia el Mediterráneo Oriental y la creciente expansión del Islam.

Los vikingos


Aunque este pueblo permaneció sumido en luchas intestinas durante varios siglos, en 793 realizan el primer ataque en la costa norte de Inglaterra y dos años después en Irlanda.

Desde esa fecha hasta poco después del año 1000 los pueblos del norte realizaron todo tipo de incursiones en el mar del Norte, el Cantábrico y el Mediterráneo (tanto oriental como occidental). El radio que alcanzaban sus excursiones fue aumentando progresivamente; según crecían sus conocimientos de la costa y los ríos navegables. Así, entre otras acciones, podemos reseñar:

  • 793 primer ataque en las Islas Británicas.
  • 795 primer ataque a Irlanda.
  • 820 Ataque a los actuales Paises Bajos.
  • 834 Ataque por los ríos Sena y Loira.
  • 840 Ataque a la península Ibérica.

No existe una postura unánime entre los hitoriadores de la razón que llevó a algunos hombres del norte, no a todos, a ir de saqueos (vikingo viene a significar el que va a saquear o también el que merodea por las costas). Los vikingos no solían vincular sus acciones a otros ideales que no fueran el conseguir riquezas o tierras donde asentarse, ni tampoco solicitaban algún tipo de permiso a una autoridad mayor que justificara sus acciones, como sería después el caso de los franceses e ingleses con sus patentes de corso. No obstante la formación de grandes partidas para realizar ataques costeros al menos coincide cuando en las tierras del norte la población comenzó a organizarse en reinos más o menos extensos y consolidados.

Las expediciones vikingas solían formarlas decenas o cientos de buques navegando y atacando juntos; en contraposición con otras anteriores y sobre todo las posteriores en el Caribe, donde lo frecuente eran ataques de pocos barcos o incluso uno sólo. Debe tenerse en cuenta que un drakkar vikingo podía transportar unos 32 o 35 hombres, como lo atestigua el Barco de Oseberg encontrado en la granja Oseberg de Vesrfold, Noruega en 1903.

Un ejemplo de estas expediciones lo tenemos en las crónicas sobre la primera incursión normanda a la península Ibérica en el 840. Un número indeterminado de naves bordearon la costa castellana y asturiana hasta llegar al actual Faro de Hércules (su gran tamaño debió parecerles importante) y saquearon la pequeña aldea emplazada a sus pies. Ordoño I tuvo noticias de la expedición y llevó a su ejército hasta los varegos, a quienes derrotó recuperando buena parte del botín y apresando o hundiendo entre sesenta y setenta de sus naves, lo que quizá no constituía ni la mitad de la fuerza desplazada por la expedición; como demuestra el hecho de que siguieron su campaña de saqueos. En Lisboa los cronistas hablan de una escuadra compuesta por 53 bajeles.

Los vikingos supieron unir a sus grandes dotes marineras la sorpresa y la no poca ferocidad con el uso de la espada. Sin embargo, este pueblo goza de cierta leyenda rosa en lo que a sus dotes militares respecta. Se tiene la idea de que eran los más terribles guerreros europeos o mundiales de la época, siempre dispuestos a luchar hasta la muerte con la esperanza de sentarse a la mesa en el banquete de Odin, tras haber tenido el privilegio de morir con la espada en la mano. Frente esta leyenda la historia muestra hechos donde se ve que, como cualquier pirata, atacaban aquello que creían poder conquistar y en muchas ocasiones huían o se rendían. Un ejemplo lo aporta su primera incursión en Al-Ándalus; donde tomaron Cádiz y subieron de nuevo por el Guadalquivir, saquearon minuciosamente Sevilla desde la que lanzaron avanzadillas a pie. Sin embargo, cuando Abd Rahman II salió con sus hombres y tras algunas batallas los vikingos vieron que no podían con la fuerza andalusí aquellos huyeron, abandonando Sevilla y a muchos rezagados, quienes se rindieron a las fuerzas del emir y terminaron, o bien criando caballos y haciendo queso, o bien con el viejo castigo para la piratería: ahorcados, en este caso de las palmeras de Tablada. La hora para los buitres del mar sería posteriormente casi institucionalizado por los captores de piratas y también por artistas en sus obras.

Roger de Flor. Un pirata español

En 1291 marchó a Las Cruzadas y pronto se reveló como un gran marino. Una de sus famosas acciones fue el rescate de toda la nobleza de San Juan de Acre (por haber pedido rescate, haber subastado los puestos o porque la aristocracia franca utilizó sus influencias para lograr una plaza). Con sus naves llenas de adinerados nobles logró llevarlos a Marsella sanos y salvos.

Durante los 20 años siguiente luchó al servicio de la Corona de Aragón hasta que fue reclutado por el emperador de Bizancio Andrónico II y mandó a los almogáraves en sus victoriosas batallas contra los turcos. Saqueó Quios y se estableció en Gallípolos hasta ser llamado y asesinado por el Emperador con 300 de sus hombres durante un banquete en su honor. Esto hizo explotar en sus hombres la famosa "Venganza catalana" al aterrador grito de Despierta Fierro.

Los vitalianos

La piratería europea a finales de la Edad Media la protagonizaron los ya expuestos berberiscos en el Mediterráneo, que comenzaban a crecer en importancia, y los vitalianos en el mar del Norte.

Las ciudades del mar Báltico y algunas de la parte oriental del mar del Norte comenzaron a unirse comercialmente hacia el año 1 200 para regular primero y controlar después el comercio por esa zona. Con el tiempo se terminó formando una cofradía de ciudades portuarias llamada la Liga Hanseática comúnmente conocida como Hansa, a la que terminaron perteneciendo la práctica totalidad de las urbes bálticas constituyendo un auténtico monopolio.

Como la inmensa mayoría de los monopolios la Hansa comenzó a obtener beneficios rápidamente y a convertirse en un coloso comercial. Desgraciadamente para ellos era un coloso desunido, pues cuando algunos piratas atacaron barcos de Bremen y acudieron a la ciudad de Wismar para revender la mercancía los comerciante, miembros ellos mismo de la Liga, no dudaron en comprar lo que les ofrecían a tan buen precio, aun conociendo sobradamente su procedencia y las artes utilizadas para conseguirla.

Esta experiencia no fue más que una larga lista de ellas que llegó a enfrentar a unas ciudades contra otras e incluso a pagar y financiar ejércitos católicos con dinero protestante para atacar a otros protestantes. En uno de estos asedios ciudades como Wismar hablaron con los piratas para lograr ser abastecidas y les extendieron patentes de corso. Estos valiente navegantes cruzaban por la noche o incluso por el día las líneas de buques enemigos llevando armas, información y sobre todo alimentos, que en una derivación del latín (victualia) se diría vituallas y de esta nuevamente derivó al nombre vitaliano (el que lleva los alimentos en traducción libre).

Los vitalianos resultaron muy útiles en muchas de estas contiendas y la ciudad de Estocolmo no hubiera resistido tanto como resistió frente a las tropas de Margarita I de Dinamarca de no haber sido por estos navegantes.

Esta idea de valerosos corsarios que arriesgaban sus barcos y sus vidas para mantener con vida a la población de las ciudades fue progresivamente degenerando con el tiempo cuando sus actividades volvieron a la simple piratería.

Su influencia fue grande durante la Baja Edad Media en la Europa del Norte y lograron varios actos destacados en los actuales Países Bajos, Alemania e incluso Francia; pero estos éxitos terminaron trayendo su fracaso cuando llegaron a ser una amenaza para la riqueza de aquella zona. Numerosos reyes y señores emprendieron campañas contra ellos hasta que finalmente fueron vencidos por Sima de Utrecht y muchos de sus capitanes terminaron colgados de plazas a la vista del público.

El corso inglés

Más tarde surge como nuevo pirata la figura del corsario inglés, una clase social sui géneris, especializada en el robo marítimo, en el saqueo de ciudades, de puertos y de mercancías. Los corsarios disfrutaban de lo que se llama patente de corso, es decir "licencia para robar y saquear", con la autoridad explícita del rey u otro gobernante. Esta patente era privilegio de Inglaterra y Francia que tenían a sus corsarios institucionalizados y cuya actividad se convierte en lícita en tiempos de guerra. De esta manera los piratas clásicos se van haciendo corsarios, que es una postura más cómoda pues actúan siempre dentro de un orden legitimado y bajo la protección de la ley.

La percepción de los corsarios depende obviamente del observador: para los atacados son simplemente piratas, o mercenarios sin escrúpulos, mientras que para sus connacionales son patriotas e incluso héroes. En Inglaterra, la piratería se convirtió en un negocio legítimo. Fue Enrique VIII el primer monarca que expidió las patentes de corso. Más adelante, la reina Isabel I se convertiría, por este medio, en "empresaria marítima", otorgando las patentes a cambio de parte del botín conseguido.

También debe tenerse en cuenta que estos corsarios muchas veces eran comerciantes que vendían productos muy necesarios para los colonos y compraban a buen precio los artículos que estos debían vender exclusivamente a la Casa de Contratación. Por lo tanto, en muchas ocasiones, la presencia permanente de piratas en el casi despoblado Caribe insular era bien visto, e incluso necesario, tanto para los habitantes como para las élites españolas residentes en América. Es el caso de John Hawkins que vendió esclavos traídos desde África y compró especies a mucho mejor precio que el pagado desde Sevilla.

En algunos casos después de expirada la licencia o acabada la guerra, los corsarios vuelven a actividades privadas como ricos burgueses que incluso son condecorados. En Inglaterra existen monumentos levantados a algunos corsarios, considerados como héroes. El más famoso de los corsarios del siglo XVI es, sin duda, Francis Drake, insigne almirante, honrado por su reina en agradecimiento a los servicios prestados y elevado a la categoría de sir. Sobrino de otro pirata, también ennoblecido por la reina, sir John Hawkins, juntos asaltaron Veracruz en 1568, cuando aún carecía de fortificaciones. Drake tiene en su haber el más cuantioso botín recordado en la historia: dos buques españoles que transportaban oro y plata americanos, en Nombre de Dios (Panamá), lo que le supuso que Isabel I lo armara caballero.

Sin embargo, no todos los corsarios consiguen el título de caballero. Algunos de ellos, una vez acabado el conflicto que propició la expedición de su patente, continúan su actividad convertidos en simples piratas

El siglo XVI será un siglo de fomento entre los corsarios y piratas del asalto y captura de los galeones españoles y el apresamiento de sus hombres. En Dover se llega a pagar 100 £ en pública subasta por hidalgo capturado.

Surge también una actividad nueva: los piratas o corsarios se hacen negreros y se apoderan en África de material humano para vender y esclavizar. Figura de esclavista británico más sobresaliente de este momento es el ya citado John Hawkins que pobló de negros africanos toda el área del Caribe.

La piratería en el Caribe español

La Ruta de las Indias, que seguían las embarcaciones españolas, cruzaba el océano Atlántico rumbo a Cuba o a la Española. De estas islas partían dos rutas hacia el continente: a Veracruz y a Cartagena de Indias.

Durante los primeros siglos del dominio español en América, piratas que intentaban, y en muchos casos lograban, robar valiosos cargamentos de oro y otras mercancías procedentes del Nuevo Mundo abundaron en el Mar Caribe, el que presentaba un lugar ideal para la actividad por su abundancia de islas en las que los piratas podían refugiarse. Hay que tener en cuenta que los Reyes Católicos en 1495 permitieron a todos sus súbditos a tripular naves a las recién descubiertas Indias; lo que hizo que muchas embarcaciones se lanzaran al Atlántico sin la debida preparación, siendo fácil presa para los lobos del mar.

Felipe II, para evitar el ataque de los pirata a los navíos españoles, ordenó que ningún barco hiciera la Ruta de Indias sin protección. Para ello optó por la constitución de convoyes en los que las carabelas y las naos eran escoltadas por los poderosos galeones y carracas. Este sistema constituyó un gran éxito si nos atenemos a la proporción de flotas fletadas (más cuatrocientas) frente al de flotas atrapadas (2) que da un porcentaje de capturas de un 0,5% y ninguna de estas dos se debió a la acción de los piratas o corsarios; sino a la de marinas de guerra pertienentemente armadas.

En cualquier caso, en el siglo XVII el Trópico de la América hispana se convirtió en el escenario donde actuaban a destajo los lobos de mar a menudo amparados por los grandes países de Occidente (principalmente Inglaterra, Francia y Holanda).

Como se ha indicado, se llamó corsarios a los que actuaban por cuenta de sus reyes, quedándose con parte del botín. Por su lado, los simples aventureros y ladrones fueron conocidos con el nombre genérico de bucaneros, pues sus tripulaciones se nutrían de habitantes de las islas que preparaban y vendían carne al bucán, ahumada. Sembraron el terror y la desolación en las poblaciones situadas en el Golfo de México y en el Caribe. Veracruz, Cuba, Santo Domingo, Cartagena de Indias, Panamá y Nicaragua fueron los lugares más castigados, víctimas de saqueos, asaltos y asesinatos. Resaltan las figuras de Henry Morgan, El Olonés (de nombre Jean David Françoise de Nau), Lorencillo (cuyo nombre era Laurent de Graff, algunos hacen referencia a él como Lorent Jácome), todos ellos piratas sin escrúpulos. Los peores asaltos que se recuerda fueron: Maracaibo por El Olonés, Veracruz por Lorencillo y Puerto Bello por Morgan. En estos lugares azotados y desprotegidos no contaban con ninguna defensa por parte del imperio español de ultramar.

Pero esta situación fue cambiando a medida que las colonias iban aumentando en población y la metrópoli fue invirtiendo en la flota, defensas y guarniciones. De esta forma de a finales del siglo XVI los principales piratas y corsarios habían muerto o estaban prisioneros:

  • Richard Grenville fue derrotado y muerto en 1591 en las Azores.
  • Cavendisch fracasa en una expedición y fallece en África.
  • Middelton fracasa también en las Azores.
  • George Clifford perdió 14 de sus 28 salidos de Plymouth en la Operación Releigh en 1595 entre ellos cayeron John Hawkins y Francis Drake.

La decadencia de la piratería caribeña

El desastre de la Armada Invencible produjo en España y en especial en Castilla un sensación de pánico ante la indefensión frente a un posible contraataque de Inglaterra y las Provincias Unidas lo que llevó a los procuradores a atender las demandas de Felipe II que solicitó y obtuvo 8 millones de ducados para nuevas naves y fortificaciones. Este nuevo impuesto fue conocido como Los millones y resultó terrible para los españoles en general y los castellanos en particular, especialmente para las clases más humildes, pero la cantidad fue abonada con creces.

Al año siguiente de la Invencible los ingleses atacaron Galicia, cosechando una terrible derrota. Al mismo tiempo las fortificaciones en América, como la inexpugnable Cartagena de Indias, fueron reforzadas por los mejores arquitectos del Imperio (como Juan de Herrera) poniéndole la tarea mucho más difícil a los piratas.

El bucanero representa la degradación de la idea romántica del pirata. En el siglo XVII aparece una serie de aventureros que llenan las costas americanas y que van en busca de fortuna. Son mercaderes y negreros, bandidos y contrabandistas. Navegan por iniciativa propia pero con dispensa pública de sus gobiernos respectivos. Se dedican casi exclusivamente al saqueo de las riquezas obtenidas por los españoles, para su propio provecho. A estos nuevos piratas, en España, se les llama herejes luteranos por sus actividades que se consideran no sólo ilegales sino violadoras de la fe católica. Tenían su cuartel general en las colonias de Barbados y Jamaica. Esta llegó a ser la isla más rica y fuera de la ley del mundo. Los piratas se adueñaron de esas costas por espacio de 200 años.

Algunos autores, películas y obras literarias consideran que la piratería fue un factor decisivo en la decadencia del imperio español. Así Gonzalo Torrente Ballester, en su novela Crónica del rey pasmado, pone en boca de un personaje que la única preocupación para que la Flota de Indias llegara entera a Cádiz era que los corsarios ingleses no llegaran primero. Sin embargo esa opinión no es unánime y muchos autores cosideran que la piratería tuvo muy poca influencia en la marcha del Imperio.

  • Wolfram ZuMandfel opina que la causa del empobrecimiento la tuvo la opresión económica creada por de monopolio de comercio con la metrópoli, monopolio ostentado por la Casa de Contratación. A esto ZuManfel une la limitada capacidad productiva de España, que no podía atender todas las demandas de utensilios, herramientas, enseres y demás mercancías demandados por una colonias que la superaban en mucho en extensión y población.
  • Germán Vázquez Chamorro hace hincapié en que muchos de los más famosos piratas (como Anna May o Mary Red) realmente atacaban barcos pesqueros o chalupas de escasa o nulo valor para la corona española.
  • Este mismo autor, comentando el libro de Lucena Salmoral Piratas, corsarios y filibusteros, indica que la piratería descendía con las firma de tratados de paz, que hacían menos necesarios a los buitres del mar. Así pasaban de los honrosos corsarios a filibusteros y finalmente a viles piratas a los que persiguieron y castigaron sin piedad en los sigloa XVII y XVIII, cuando ya no eran necesarios.
  • Mariano González-Arnao hace ver que la posibilidad de que un barco pirata con 20 ó 30 hombre pudiera capturar un galeón con 168 arcabuceros (más artilleros y marineros) sólo se puede dar en obras de ficción.

Siglo XIX: Estados Unidos tierra de piratas

A partir de 1850 los piratas son aún más acosados con la ayuda de adelantos técnicos y militares. Los ladrones del mar se ven impotentes, sobre todo ante el avance de los medios de comunicación y el aumento en el calibre y la precisión de las organizaciones defensivas.

En la América hispana se mezclan los idealistas, contrabandistas, mercenarios y negreros y luchan al lado de los independentistas que quieren liberarse del despotismo de la Corona española. Actúan desde Florida, donde los filibusteros estadounidenses acosan los barcos españoles. Los historiadores ven en este proceder una preparación para la guerra de Cuba.

En toda esta selva de piratería hay un personaje insólito que representa el auténtico romanticismo pirata. El Capitán Misson, de nacionalidad francesa, es un idealista, preocupado por la justicia, por construir un Estado utópico en alguna isla del Océano Índico. Se ha dicho de él que es un equivalente al Quijote, en el mundo de la piratería. Sus biógrafos cuentan que siempre repartía el botín equitativamente entre su gente y que dejaba en libertad al capitán de la nave apresada.

Los investigadores y analistas de la piratería señalan que ésta no es un asunto resuelto aún y que sigue actuando de maneras diversas.

A mediados del siglo XIX una nueva ideología se une a las anteriores compartidas en mayor o menor medida por los piratas. Es la Doctrina del destino manifiesto invocado por el pueblo estadounidenses. Siguiendo esta doctrina, y teniendo en cuenta que la práctica totalidad de la superficie continental estaba dominada y anexionada, América Central era el próximo objetivo de los norteamericanos y el modelo el estado de Tejas (Texas para los anglosajones).

El caso tejano consistió en invadir el territorio, proclamarlo independiente, vencer a estado mejicano (incluido el capítulo de El Álamo profusamente mitificado por los estadounidenses) y, una vez obtenida la plena soberanía, unirlo a Estados Unidos. Este resumen parece un maquiavélico plan bastante premeditado y en cierto modo lo era.

Siguiendo el éxito anterior los Estados Unidos pretendía crear un imperio tropical, especialmente los estados del Sur que formaría los efímeros Estados Confederados de América. A este fin se prestaron hombres de mar como John Quitman o Narciso López, de origen venezolano, que planearon invadir Cuba, proclamarla independiente de España y unirse a la emergente potencia mundial.

Persona como los citados volvieron a poner en uso el viejo término de filibustero sin ninguna connotación peyorativa en aquella época.

Quizá el más famoso de todos aquellos filibusteros, pese a su corta vida, sea William Walker quien realizó tres expediciones para tomar distintas partes de América Central.

En la primera de aquellas incursiones y a sus 28 años tomó La Paz, capital de la península de California en 1853 con 45 hombres y proclamó la República de la Baja California . Poco después la uniría a la recién creada República de Sonora proclamándose él como presidente. El ejército mejicano lo derrotó y cruzó a Estados Unidos por la frontera. Fue juzgado y en el jurado se puede apreciar la Doctrina del Destino Manifiesto pues sólo tardaron un minuto en decidir que era inocente de haber provocado una guerra ilegal.

En 1855 se lanza a la conquista de Nicaragua con sus 58 Inmortales, 170 nicaragüenses y 100 norteamericanos. Vence al ejército nicaragüense el 1 de septiembre; pero en esta ocasión se muestra más prudente y nombra como presidente a Patricio Rivas. Pero el resultado no dista mucho del anterior, Nicaragua es invadida por 2 500 hombres de Costa Rica y Walker vence en Santa Rosa y Rivas, sigue con la tradición americana de amañar las elecciones y sale elegido. Pero aquello resultaba muy peligroso para la soberanía centroamericana y los ejércitos de Costa Rica y El Salvador lo derrotan y huye en 1857. En noviembre vuelve a ser juzgado y se vuelve a apreciar la creencia estadounidense de estar en su derecho de querer anexionar esas tierras pues Walker es absuelto.

En su tercera expedición a Honduras en 1860 no tiene tanta suerte y es capturado por Nowel Salman de la Royal Navy. Juzgado en Honduras y fusilado ese mismo año.

Pese a ser acogido como un héroe en los estados del Sur Walker actualmente es un olvidado en Estados Unidos, No así en Centroamérica donde las guerras contra él pueden ser, como indica Juan A. Sánchez Giménez, el equivalente a las Guerras de la Independencia del resto de ex-colonias españoles que los pueblos de América Central no vivieron.

Piratería en el siglo XX y XXI

Durante el siglo XX la piratería, ejercida de forma sistemática, esta concentrada a reductos del Tercer Mundo. Los países que, se estima, albergan más piratas son: Somalia, Indonesia y Malasia. En estos últimos se aconseja a los propietarios de yates y veleros esparcir la cubierta de chinchetas para dormir con cierta tranquilidad durante la noche.

En el siglo XXI los ataques piratas se realizan ayudados por el GPS y se dedican a robarle las cámaras digitales y otros objetos de valor a los turistas. Su zona de actuación siguen siendo las mismas que el siglo XX (sureste asiático, el Cuerno de África principalmente) donde los estados no tienen verdadera jurisdicción y, a veces, ni siquiera el poder para controlar a sus fuerzas, ya sean de seguridad o armadas.

Para barcos de gran tonelaje los actos de piratería son muy escasos.

  • Entre 1994 y 1995 Canadá y España mantuvieron una disputa cuando la marina de guerra del primer país atrapó y remolcó a uno de sus puertos a un pesquero de altura español cuando faenaba en aguas internacionales. El gobierno canadiense acusó a los pescadores españoles de expoliar el caladero de fletán negro. España consideró este apresamiento como un acto de piratería, a lo que respondió con el envío de dos fragatas de la Armada. Por su parte Canadá amenazó con considerarlo un acto de guerra y unos pescadores ingleses capturaron otro pesquero español e izaron en él la bandera canadiense.
  • En 1995 varios barcos españoles apresaron un pesquero francés por faenar con redes ilegales de un kilometraje superior al permitido. Como en el caso anterior Francia lo calificó como un acto de piratería.

Sin embargo el protagonismo de la piratería del siglo XX y XXI ha pasado de la marítima a la aérea. En varios países, especialmente Colombia, se realizan actos de piratería aérea para solicitar rescates a los familiares de los secuestrados.

Por otra parte la piratería aérea ha alcanzado su máxima popularidad al ir unida al terrorismo internacional. Organizaciones como la OLP secuestró varios aviones de compañías aéreas occidentales para llamar la atención sobre su causa, llegando a volar uno de ellos en el aeropuerto de Aman. Y el siglo XXI se estrenaba con el que será uno de los actos más famosos de piratería aérea y de terrorismo islamista: los sucesos del 11-S.

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