11 diciembre, 2006

La Loteria

Una de las cosas que más me gusta de los largos viajes a Cartagena que hacemos en coche es que tengo la costumbre de usar uno de los medios de comunicación que habitualmente menos utilizo: la radio.

Son unas 8 horas encerrados en un coche y, procurando no dormirte en solidaridad con el conductor, la radio es el método más eficaz para entretenerte (siendo copiloto, atrás llevo el DVD).
Los temas de las emisoras son de lo más variopintos, y hasta que alguien enfadado me dice que pare 'quieto con el dedito', suelo saltar de una a otra sin pararme demasiado.

Desde oir las quejas municipales de un pueblo perdido de tu casa, a opiniones políticas que en esta zona no estamos acostumbrados a ver pregonadas, o, incluso, una emisora que recita el rosario constantemente... hasta cosas realmente entretenidas. Lástima que estas siempre las encuentres cuando la señal empieza a debilitarse, y a mitad del programa te quedes con cara de tonto intentando descifrar la estática.

Hoy, en uno de esos trajines que nos llevabamos por la FM para aquí y para allá, unos locutores se dedicaban a analizar el fenómeno que supone la lotería de Navidad.
Participación de los oyentes y loteros invitados incluida...
Y te das cuenta, o mejor dicho recuerdas, cuán tontos podemos llegar a ser, y cuanto son capaces algunos de aprovecharse de nuestras bobadas.

Gente que compraba el mismo número desde hace nosecuantos años (4 o 5 generaciones han dicho) y nunca les había tocado nada, pero claro, ya no podían dejar de comprar. Porque ay de ellos si justo entonces el premio llegaba a ese numerito.
Gente que se dedica a recopilar numeros relacionados con fechas, que si el nacimiento de la infanta Leonor, el mundial de Alonso, el de baloncesto, el atentado de las torres gemelas, incluso.
Gente que sueña números, que se patea media España cogiendo décimos y participaciones que luego incluso se olvida de comprobar.
Y, la que más me ha llamado la atención, una pobre chica desesperada que a estas alturas no tenía ni una sola participación y se encontraba deprimidisima ante la posibilidad de que todo el mundo se forrase menos ella.

Pensamientos como este me llevan a la conclusión de que ese sentimiento que exaltan en nosotros los loteros y que llaman 'ilusión' no es tal, si no que es algo que rima y empiza por 'amb-'.
Ambición y envidia. Todos nos sentiríamos indignadísimos si a nuestros vecinos les tocase un 'buen pellizco' de la loteria del bar de abajo y a nosotros no, por tanto: compramos.

Ah, y otra cosa. Un sentimiento generalizado recorre las casas españolas esta Navidad.
Casi todo el mundo dice echar de menos al calvo de la lotería.
Por mi parte, esta bien así. Me traería malos recuerdos.

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